martes, 7 de junio de 2011

Algunas reflexiones sobre nuestras visitas al campo


Rut Villalba
Jimena Corzo
Saadia Espinoza
Francis Bravo

La investigación que estamos realizando tiene como objetivo principal explorar los efectos que ha tenido el Programa de Renovación Urbana “La Muralla”, en el centro de lima, en distintos aspectos de la vida de la población beneficiaria y la percepción que tiene la misma sobre dichos efectos. En esta entrada tocaremos algunos puntos referentes a nuestra entrada al campo, el contacto con los informantes así como algunos desafíos que encontramos en el trabajo hasta el momento.

La primera entrada al campo no fue tan difícil como pensábamos. Íbamos con la idea de que al ser un conjunto habitacional la entrada iba a estar un poco limitada para cualquier persona que no viviese ahí. Sin embargo, cuando llegamos a “La Muralla” observamos que, prácticamente, las puertas están abiertas para todos aquellos que quieran ingresar. Como toda persona que ingresa a un espacio privado nuestra principal preocupación estaba relacionada al hecho de que las personas accedieran a que realizáramos nuestra investigación y que, sobre todo, pudiésemos establecer comunicación con ellas. Asimismo esperábamos encontrar por lo menos a alguien, a alguna “autoridad” que pudiese recibir y leer nuestra carta de recomendación. No obstante, creo que no tomamos las previsiones del caso y nos dimos con la sorpresa de que casi todos nuestros futuros informantes estaban trabajando; así que no tuvimos más remedio que buscar a una vecina que nos ayudara y le avisara a una de las directivas de la junta de propietarios que “unos estudiantes de la Católica querían pedir permiso para poder trabajar con los beneficiarios del programa”.
Luego de esa primera experiencia decidimos regresar unos días después para ver si es que encontrábamos  a una dirigenta de la junta que nos fue recomendada por una de las arquitectas del programa. Esta arquitecta nos había dicho que la dirigenta era una “buena líder” por el papel que desempeñó en el proceso de desarrollo del programa y que, en ese sentido, nos podía ayudar mucho. Y tuvo razón. Ella se convirtió en la persona que nos facilitó la entrada al campo, en un sentido más formal, y además nos puso en contacto con distintas familias que podían brindarnos la información que necesitábamos. Aunque en este punto detectamos unos cuantos retos e inconvenientes. En primer lugar, todas las personas recomendadas eran mujeres, lo cual no significa algo negativo para nuestro trabajo sino que como nos estamos enfocando en las percepciones de los beneficiarios nos interesa la opinión tanto femenina como masculina para poder hacer un contraste. Por otro lado, una de nuestras preocupaciones era que podría haber cierto sesgo en la información que recopiláramos puesto que sabemos que existen percepciones diversas sobre el programa; sin embargo nuestra informante principal sólo nos contactó con aquellas personas que tienen una opinión positiva. Por lo tanto, para no orientar la información de la investigación solamente en un sentido consideramos que sería necesario  e interesante ponernos en contacto con aquellas personas que, por diversos motivos, no se han sentido conformes con este programa para explorar cuáles son las razones de esas percepciones. Y es ahí donde comenzaron a aparecer las dificultades porque una cosa es que te recomienden informantes y otra muy diferente es que tú mismo tengas que buscarlos; sobre todo cuando te  encuentras en un contexto sumamente privado donde la gente trabaja, tiene cosas que hacer y no necesariamente tiene tiempo y disposición para encarar una entrevista en profundidad por lo largas y tediosas que pueden ser.

Por otro lado esta experiencia nos ha llevado también a cuestionar muchos supuestos que tenemos como antropólogos. Uno de nuestros supuestos más fuertes estaba relacionado a las interacciones que se desarrollan entre los vecinos; considerábamos que podían darse interacciones espontáneas dentro del conjunto, pero a lo largo de nuestras observaciones, incluidos los fines de semana, este permanece vacio. La gente está la mayor parte del tiempo en sus casas. Somos conscientes de que quizás la situación sea distinta, aunque según una vecina ahí “cada uno está en lo suyo”; es decir, cada familia está ocupada en sus viviendas. Algunas vecinas nos decían que a partir del programa ahora las familias no tienen mucha interacción porque como muchas de las personas trabajan es difícil que haya un momento donde todos se junten porque las prioridades han cambiado. Esto último es algo sumamente interesante que exploraremos porque dice mucho sobre cómo el programa ha podido tener efectos en los usos que se le dan a los espacios, tanto comunes como individuales.

Aún así creemos que los supuestos, a veces, pueden jugar malas pasadas pero también ayudan a que se vayan afinando los objetivos de la investigación y las maneras de enfrentar los desafíos que puedan presentarse en el campo.